Bitácoras Mundialeras: los bobos de siempre

Tal como en Plaza Sésamo, la palabra de hoy es humildad. No fue humilde Argentina, dicen, por gritarles el triunfo en la cara a los dolientes neerlandeses. No fue humilde Messi en gritarle bobo a Weghorst, un gigante de 1,97 que les marcó dos goles en la agonía y que, aparentemente, sólo quería un saludo y la camiseta de Lio. No fue humilde Van Gaal en su despedida: es cierto, jamás perdió un partido en un Mundial, pero también es cierto que nunca pudo ser campeón. Y que en su estilo confrontacional, encendió un partido frente a quienes prenden con una chispa.

La FIFA abrió expediente para analizar los hechos, pero ya es tarde. Cualquier sanción los convertirá en víctimas y el problema fue de Collina y los suyos, que nombraron al español Mateu Lahoz para un partido así, teniendo groseros antecedentes y, sabido era, un problema ya insoluble de personalidad.

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Argentina pasó merced a un registro impresionante: ha ganado ocho de diez partidos que van al alargue en los mundiales. Desde el punto penal es casi imbatible y eso acrecienta el mérito de Chile en las dos finales de Copa América.

El fútbol, ya está dicho, es la única actividad masculina donde nos abrazamos, nos besamos, nos lanzamos al piso y lloramos sin ningún pudor. Lloró Neymar y, como siempre, hubo detractores hasta para su pena. Debió, efectivamente, abrir la tanda de penales y no mandar al imberbe Rodrygo al cadalso frente a los croatas. Un tipo ya maduro como Modrid lo consoló, demostrando que con el paso del tiempo se gana en humanidad. No le pidan eso a Messi, que está en la vereda contraria, tratando de ganar liderazgo que, en algunos casos, se logra a punta de caballazos.

Brasil perdió por cuarto mundial consecutivo frente a un europeo que no perdonó sus errores, sus displicencias y, sobre todo, su ingenuidad. Que te sorprendan en el minuto 116 corriendo contra tu propio arco es de aficionados, porque este equipo lírico jamás fue. Tite y compañía se van otra vez con el baile de la paloma a cuestas, sintiendo que el Viejo Continente nos volverá a poner el pie encima. Porque los pentacampeones jamás tendrían la humildad de hinchar por Argentina para que aquello no ocurra.

Lo del gato es distinto. Los libros dicen que Mahoma era un adorador de los gatos, a los que consideraba animales puros que podrían entrar al Paraíso. Por eso vagan libres y protegidos por las calles de Doha. Tras el error del jefe de prensa, y tratando de remediar el error, los brasileños adoptaron al felino y le pusieron Hexa. Pero ya era demasiado tarde. Los ganó un equipo que odia que le digan que es ratón.